Corre la aguja del reloj en clave tensa, donde todo parece estar en otro orden, algo parece estar cambiando y a pasos agigantados, porque ya nada es como hace unos meses atrás, cuando, por ejemplo, las noticias eran más variadas, y quizás había más tema de conversación entre todos. Hoy parece como si estuviésemos pasando todos juntos (los habitantes de este mundo) por un mismo túnel, y nos estamos encontrando ante una misma advertencia globalmente dirigida hacia todos, y hacia cada uno: si te cuidas, nos cuidamos todos.
Se siente una particular impresión, que pasa por las costumbres que estamos aprendiendo a tener. Recaudos que nos protegen y al proteger a quienes nos rodean, nos protege a nosotros mismos.
Quizás el acelere, el estar apurado, el tener un sentimiento de una especie de vacío bajo los pies, ya sea suficiente para en ese caso “saquemos de piloto automático” en la vida que cada uno lleva.
Hay quienes dicen que una pandemia, como la que nos toca vivir, muestra cosas, formas, reacciones, que parecían guardadas. El punto aquí es intentar no perder el dominio de la situación, más allá de la intensidad con la que debamos atravesar la tormenta que enfrentemos. Más de una vez hemos visto, hasta en las películas, como es posible atravesar el peor de los oleajes, si no se pierde la calma piloteando un barco, por ejemplo, en plena tempestad.
Este es un momento que nos pone a prueba. Quizás, si nos dejamos llevar por la ansiedad, el temor o el terror que un cuadro de pánico nos imponga, quizás así todo quiera ponerse peor. No saber por dónde van nuestros pies, al intentar atravesar una habitación oscura y desconocida, puede conllevar potenciales peligros.
Alguien alguna vez me ha dicho que la calma se convierte en fuerza, y la emoción opuesta en debilidad, de un modo inmediato, cuando sucede.
Por estos días escuchamos hablar mucho de cómo aumentar las defensas y surgen los más variados consejos, desde dormir más, comer sano, caminar, hasta el recurrir a plantas o minerales que sean medicamentos que nos ayuden para eso. La medicina natural y la homeopatía tienen mucho que decir al respecto, y la medicina convencional también. Pero aún así, en este caso es necesario un ingrediente más, quizás el más valioso de todos: el de comprender qué nos pasa, por qué nos pasa, y ver por dónde vamos en el camino que hoy día estamos creando con nuestro propio andar.
Poder encontrar un punto de equilibrio, que pase por poder alinear pensamiento, palabra y emoción, y a la vez ser conscientes de cómo está lo físico, lo anímico y lo emocional en cada uno, puede ayudar y mucho a que el camino no sea tortuoso, más allá de ver de qué forma nos ponemos a resguardo. Todo suma.